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martes, 17 de julio de 2012

Relatos de verano


Saber perder


En mi calle han abierto dos negocios de “Compro oro” que por su aspecto podrían pertenecer al mismo dueño. Han tabicado los escaparates y no han invertido nada en decoración. Dicen que en épocas de crisis la gente adinerada invierte en valores seguros. No sé nada de finanzas y me pregunto qué se hace con el oro que va a parar a esos locales. ¿Se convierte en lingotes? ¿Y  dónde se guardan los lingotes? No tengo afición alguna por las joyas, pero de vez en cuando me detengo ante el escaparate de una pequeña joyería de mi calle que me parece una delicia. Hace unos años compré allí una sortija de plata y turquesa que acabó en el dedo de una turista valenciana. Era una chica joven que se sentaba en la mesa contigua a la mía en una terraza de verano. Acabamos charlando y me pidió que le dejara probarse la turquesa que tanto llamaba su atención y que luego no quiso devolverme. Algunas veces las cosas se pierden de la forma más absurda. Mi tía Maribel diría que las cosas no son importantes, que lo único importante es la salud. Conozco bien el significado de la palabra “pérdida” en todas sus acepciones. No es nada fácil llegar a tener un buen perder. Creo que ese aprendizaje es imprescindible para pasar una reválida de la madurez. Por otro lado siempre nos quedará el sentido del humor, que es como el “siempre nos quedará París” de Humphrey Bogart. En épocas de crisis todo es susceptible de perderse, todo excepto ese París en blanco y negro que incluye una lección de elegancia y una tímida sonrisa.

©  Cristina Grande

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